lunes, junio 26, 2006

La culpa no es (sólo) del chancho

Como anunciamos el lunes pasado, hemos recibido un correo en el cual el suscripto Ricardo Ramírez Suárez asume haber cometido todos los plagios aquí investigados, detallados y publicados.
Visto la relevancia del documento respecto de los temas que nos ocupan y el necesario derecho de réplica que asiste al principal interesado, hacemos públicas sus palabras completas para formular, a continuación, nuestros propios comentarios:
De: Ricardo Ramírez
Para: Plagio académico
Fecha: 16-jun-2006 19:17
Asunto: Reconocimiento de culpa

Bogotá de 16 de Junio del 2006
Señor@s, les escribe Ricardo
Por medio de la presente quiero manifestarles mi angustia por el pecado que he cometido. He suscrito y realizado los plagios en los cuales se me acusa en este sitio de internet. Si bien todo lo que he digitado no ha sido plagiado, reconozco que lo demostrado allí, sí lo es, de acuerdo a las pruebas presentadas. Me siento tremendamente mal por lo que he realizado, y muy adolorido anímicamente.
Desde el 2004 cuando un señor llamado Víctor Manuel detectó mi error, me sentí incriminado y traté de evadir la cruda realidad en la que me encontraba.
Me disculpo con el ánimo de no perjudicar a nadie, entendiendo a su vez que existió una intención de hacerme sentir aún peor de lo que ya me sentía. Pienso que si en las publicaciones on-line, me hubieran señalado de mi error - ya sea por medio de un software especializado-, no hubiera seguido cometiendo más errores. Lamento profundamente haber ofendido - por medio de la inadecuada utilización de internet - a quienes me conocen personalmente y también a las que no, y confiaron en mi proceder y ética.
Es muy difícil reconocer los errores; había pensado en salir de esta situación tratando de cometer actos, que hoy por hoy, me doy cuenta harían mucho mas daño a mis allegados. Creo que ellos no se merecen esto, ni siquiera algunas calumnias que yo he recibido (quizás sea fruto de mis errores, pero no han sido del todo falsas estas acusaciones). Esta dura experiencia que marcará mi destino, espero que sea para un bien, al reconocer mi culpa.
Lo que puedo aconsejar con total seguridad para las personas que a distancia no conocen mi situación personal a fondo, es: no cometer ningún tipo de plagio, lo digo porque ello puede causar un dolor muy grande en las personas que uno estima y admira, esperando aprender algo de ellas.
Me he preguntado una y otra vez ¿Por qué lo hice? Creo que no quiero excusarme con alguna razón que parezca o se entienda como ridícula o tonta para algunos.
Creo que cuando empecé pensé erróneamente que no era complicado copiar y pegar de un sitio a otro, sin considerar las ideas ajenas de otros sitios de Internet y sin llegar a pensar en su momento, en las consecuencias que ello traería. El problema de fondo creo que en mi caso, radica más allá del sólo plagio como tal. Creo que a veces pasa del mero plano académico, en el sentido de que llegue a efectuar este desafortunado ejercicio con el fin de amortiguar algunos problemas que tenía, realizando estas lamentables acciones. Y en algunos casos, en un sentido de desconocimiento de la responsabilidad que implica escribir para un medio que promulga ideas o notas sobre ciencias sociales.
Ello lo digo porque considero que no es normal que una persona se dedique a realizar dichos actos, más aun, sin tener como objetivo algún tipo de retribución.
Con ello no pretendo omitir mi culpa, tan solo dar una razón del porque realice tantos errores en un mismo sentido.
Siempre se me enseño a respetar las reglas, pero desafortunadamente empecé a fallar realizando dichas acciones. Trato de recordar y creo que lo hacia cuando sentía en algunos casos que los escritos que pasaba a algunos sitios no me generaban una mayor responsabilidad y me eran aceptados sin dificultad.
Es difícil para mí reconocer estos errores, pero es necesario reconocer la importancia del trabajo de las personas que me hicieron caer en cuenta del engaño en que convivía, ello me ha cuestionado mi existencia en lo más profundo, al punto de llegar a un estado de depresión que no podría describir. Puedo decir con certeza que mi intención nunca fue hacer algo en contra de algún autor o autora e institución en particular, a todos ellos les pido mis más sinceras disculpas. Igualmente lamento que mis errores sean interpretados a veces de una forma sensacionalista, pero en fin mi objetivo no es defenderme acusando a nadie.
Creo que a partir de hoy tendré que afrontar cosas muy duras, con personas que me conocen y otras que no, y por supuesto conmigo mismo. Ojalá tenga la suficiente entereza y fuerza para afrontar el error que cometí y pido a Dios desde lo más profundo de mi corazón, que me perdone y me guié por un buen camino para aportar cosas genuinas y en pro de la sociedad. No le deseo a nadie, lo que yo estoy sintiendo en estos momentos…

Ricardo Ramírez Suárez
A Dios rogando y con el mazo dando
Ramírez Suárez comienza diciendo: "quiero manifestarles mi angustia por el pecado que he cometido" y concluye confesando: "pido a Dios desde lo más profundo de mi corazón, que me perdone".
Queremos empezar por señalar que, en nuestra consideración, la comisión de un supuesto pecado, el sentimiento de culpabilidad, el eventual arrepentimiento y el consecuente perdón divino corresponden al ámbito de la fe religiosa y, por lo tanto, a la esfera privada de cada cual. En cambio, el fraude académico, el delito de plagio, el compromiso de la responsabilidad y las eventuales acciones de enmienda pertenecen al ámbito de lo público. Nadie que haya leído con atención nuestros artículos podría dudar que son estos últimos y no los anteriores -ni otros- los temas que, semana a semana, hemos venido tratando en este sitio.
Ramírez Suárez evalúa que ha cometido un "error" e insiste con el término en nueve oportunidades a lo largo de su carta. Entendemos que un error consiste en una acción u omisión desacertada, involuntaria, no intencional, de buena fe y no consideramos que pueda aplicarse el concepto a la producción de una voluminosa -y trabajosa- serie de plagios académicos que se multiplican y extienden durante cinco años en publicaciones del mundo. Tampoco al sostenimiento por otros dos años de la fraguada tesis de un perseguidor dedicado a ocasionar perjuicios personales.
Errores tal vez puedan haber cometido los editores responsables que publicaron los plagios pero no el activo productor y suscriptor de semejante cadena de fraudes. Claro que errar es humano y por fortuna este tipo de errores resulta susceptible de reconocimiento, afrontamiento y corrección.
Ramírez Suárez también insiste con la cuestión de las redes informáticas. Son seis las ocasiones en que a propósito de los plagios refiere "otros sitios de internet" y "publicaciones on-line" e incluso considera que ha hecho una "inadecuada utilización de internet". El tema no es nuevo.
En primer lugar, queremos recordar que la amplia mayoría de los plagios se hallan editados en las versiones impresas de las publicaciones. En algunos casos -como por ejemplo el de Territorios- las ediciones en papel precedieron en años su disponibilidad en la web y en otros, nunca fueron exhibidos en soporte informático.
Otro tanto ocurre con los originales plagiados: sólo pudimos cotejar los disponibles a través de internet pero, por ejemplo, el editor de unas traducciones en soporte impreso y de circulación acotada ha confirmado el plagio a esa publicación y nos ha remitido facsímil de su presentación en la cual constatamos nuevas frases copiadas.
Por lo tanto, la relación entre plagio e internet no es más que la que hay entre fines y medios. Claro que determinadas herramientas hacen más fácil y veloz tanto el fraude académico cuanto su detección y denuncia, pero sería extraño afirmar que, desde el surgimiento de la imprenta y hasta la extensión de la informática, el delito de plagio consistiera en el uso inadecuado de los medios gráficos.
Ramírez Suárez no sólo asume haber incurrido y recurrido en el plagio sino que se posiciona como la víctima de acciones en apariencia ajenas a su responsabilidad. Afirma que "existió una intención de hacerme sentir aún peor de lo que ya me sentía", refiere "algunas calumnias que yo he recibido ([…] no han sido del todo falsas estas acusaciones) y lamenta que sus "errores sean interpretados a veces de una forma sensacionalista".
No sabemos a quiénes refiere respecto de tales intenciones, acusaciones e interpretaciones pero resulta oportuno aclarar que la calumnia consiste en la falsa imputación de un delito a sabiendas de su falsedad: cuando la acusación es verdadera y se halla comprobada y documentada se denomina denuncia y cuando el fraude cometido y ocultado se hace público el autor queda, lamentablemente, expuesto a interpretaciones sensacionalistas o de cualquier otra índole.

Quien da de comer al chancho
Por último, lo que consideramos más relevante de la carta en relación a los temas que nos ocupan. Ramírez Suárez trata de recordar cómo inició su interminable secuencia de plagios y confiesa: "creo que lo hacía cuando sentía en algunos casos que los escritos que pasaba a algunos sitios no me generaban una mayor responsabilidad y me eran aceptados sin dificultad". Y reflexiona: "pienso que si en las publicaciones on-line, me hubieran señalado de mi error […] no hubiera seguido cometiendo más errores".
Sin justificar en lo más mínimo este argumento de la permisividad editorial como motor de la producción fraudulenta, debemos coincidir en parte con Ramírez Suárez: sin la corresponsabilidad solidaria de las publicaciones no habría plagio académico o, mejor dicho, podría haber fenómenos acotados y aislados, auténticos errores de directores, editores y comités editoriales cuyos responsables asumirían y corregirían de inmediato en defensa de la producción científica e intelectual y de la credibilidad de sus publicaciones.
Ramírez Suárez no menciona en su carta ninguna acción al respecto. No plantea asumir su responsabilidad ante cada editor y exigir que se remuevan todos los fraudes que ha suscripto y publicado. Tampoco dice en qué otros trabajos ha cometido plagio y en cuáles supuestamente no: "reconozco que lo demostrado allí, sí lo es, de acuerdo a las pruebas presentadas".
Aquí no hemos terminado de mostrar todos los fraudes constatados y resulta poco verosímil el genuino arrepentimiento cuando sólo parece asumirse la responsabilidad caso por caso y contra la evidencia presentada por terceros. Pero Ramírez Suárez puede no hacer nada de todo esto: se trata de cuestiones vinculadas a la tan mencionada y manoseada ética y, en ese terreno, cada cual debería saber qué hacer, qué no hacer y cómo sentirse en paz consigo mismo.
Llevamos más de dos años de investigar y comunicar este extenso y complejo caso y casi seis meses de publicar semanalmente los resultados de esa indagación. Varios responsables de publicaciones han acusado recibo y nos han escrito; otros no, ni tenían obligación alguna de hacerlo. Un par de ellos ha retirado algún plagio de sus sitios web con reconocimiento público de su carácter fraudulento pero ha dejado algún otro por razones que no conocemos ni entendemos. Otro par ha removido algún fraude sin mención alguna a las razones y en su lugar ha quedado una suerte de falla tecnológica o agujero inexplicado. No obstante, la inmensa mayoría de las publicaciones continúa sosteniendo los plagios cual artículos académicos originales, aún a sabiendas de que se trata de transcripciones fraudulentas de otros trabajos, otros autores, otras revistas.
Se comprenderá que más allá de la confesión de parte -cuyo envío agradecemos- de Ramírez Suárez, no consideramos que el tema esté agotado ni la cuestión cerrada sino todo lo contrario: a la palabra documentada de Plagio académico se suma ahora el reconocimiento explícito del propio plagiador. Ya no hay aparente querella ni figuras duplicadas detrás de una misma firma autoral; ya no hay incertidumbre respecto del carácter de plagio de decenas de trabajos disponibles en una veintena de revistas académicas; ya no hay excusas sino el necesario desafío de hacerse cargo de una responsabilidad.
Comenzamos estas líneas refiriendo aquellas menciones al pecado y al perdón divino. Respetamos la fe de cada cual, no somos quiénes para opinar al respecto y deseamos con toda sinceridad que Ramírez Suárez pueda hallar la paz que hoy manifiesta no tener. También respetamos los refranes populares que, pese a no alcanzar la estatura de proposiciones científicas, condensan una parte insoslayable del capital social y del saber práctico de la humanidad.
De allí nuestra apelación a los necesarios golpes de mazo complementarios de todo ruego a la divinidad e incluso de toda declamación ética y de toda amarga lamentación. Y, una vez más, un llamado urgente a la responsabilidad editorial porque también está dicho que la culpa nunca es (sólo) del chancho.
Hasta el lunes.

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