lunes, enero 16, 2006

Que se diga

Entre 2001 y 2004 más de veinte revistas académicas de ciencias sociales publicaron numerosos artículos suscriptos por el ignoto geógrafo colombiano Ricardo Ramírez Suárez. La mayoría de ellos -sino todos- es plagio de otro u otros trabajos.
Mucho se ha insistido en la importancia de la publicación en el desarrollo de las ciencias. Lectura, circulación, crítica y discusión contribuirían a la solidez de las hipótesis, la validez de los resultados y la producción colectiva del saber. No pretendemos refutar estas premisas ni cuestionar la difusión científica. Tampoco queremos hostigar a las ciencias sociales en virtud de una discutida falta de rigor: nos formamos, trabajamos y educamos en el marco de ellas y el debate epistemológico acerca del estatuto de éstas y/u otras ciencias puede resultar apasionante pero no es tema de este blog. Una cosa es la epistemología y otra la responsabilidad.
Justamente por eso nos preocupa la desatención de ciertas revistas académicas al publicar artículos plagiados que, incluso, sortean con éxito los filtros de una institución del referato ejercida por admitidas figuras en la materia.
Iniciamos esta investigación por azar hace ya dos años. Quizás porque consideramos que la curiosidad, la inquietud, la insistencia y la gratuitad son parte del denominado espíritu científico, avanzamos: nunca es ocioso dar un nuevo vistazo, raspar un poquito más: en ocasiones, habilita algún descubrimiento.
Lo que aquí publicamos, ¿constituye prueba plena o semiplena del plagio? No sabemos y creemos que no en términos legales. Pero las pruebas, es decir, los a veces idénticos materiales originales y plagiados, son de acceso público, rápido, libre y gratuito. Desde aquí indicamos su ruta de acceso en internet que es el medio exclusivo a través del cual investigamos. Cualquiera puede seguir los enlaces, leer los artículos, navegar los sitios, ampliar las buscas, sacar conclusiones. En la amplia mayoría de los casos, cualquiera puede acercarse a una biblioteca especializada de su escuela, universidad, municipio y revisar las versiones impresas de las publicaciones referidas con sus números de ISSN, sus pies de imprenta y sus copyrights.
A mediados de 2004 la revista de distribución vía mail Foul-Táctico publicó una breve nota suscripta por Víctor Miguel. Allí se sugiere que seis artículos firmados por Ramírez Suárez y publicados por otras tantas revistas académicas son plagios textuales, se proveen las referencias bibliográficas y las rutas de acceso en internet tanto de los plagios cuanto de los trabajos plagiados y se invita a compararlos.
En aquellos días reenviamos ese número 12 de Foul-Táctico a decenas de direcciones de mail de directores, editores, consejeros y autores originales de los artículos: sólo tuvimos una ínfima cantidad de atentas respuestas que oportunamente daremos a conocer. Convengamos que el hecho de no responder un mail a un desconocido no resulta cuestionable. Lo preocupante es que año y medio después todos los plagios menos uno continúan on-line en la web y, creemos, no deben haber sido removidos ni enmendados en las ediciones en papel disponibles en bibliotecas del mundo.
Tampoco hemos hallado noticia pública alguna de un debate, una queja, un descargo, una excusa, una defensa, una polémica, una querella. Ni una disculpa con excepción de la que sustituyó de inmediato al plagio en una publicación madrileña, gesto que honra a sus responsables en términos de responsabilidad. Como suele decirse, la excepción hace a la regla.
Tememos que el silencio sea la versión contemporánea de la hipocresía que movía a admirar el traje de un rey necio que iba desnudo.
Nos consta que el plagio académico no se reduce a las incursiones editoriales de Ramírez Suárez pero por su extensión, intensión, audacia y descaro constituyen una suerte de caso testigo con interés en sí mismo.
Para no aburrir y matizar la información, esperamos comentar algunos plagios no académicos, el plagiarismo como gesto estético- político, la historia de un exitoso periodista que se lo había inventado todo y otros casos vecinos.
En definitiva, invitamos a nuestros lectores a seguir esta historia, comentar sus entregas, difundir sus denuncias, extender sus hallazgos y, en lo posible, evitar aquel latiguillo un poco pasado de moda de quien tomaba conocimiento de un hecho escandaloso: que no se diga.
Nosotros preferimos que se diga.
Hasta el lunes.

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