jueves, junio 22, 2006

Sobre plagio académico y responsabilidad docente

Nos ha escrito nuevamente el profesor del Departamento de Geografía de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Jhon Montoya, en esta oportunidad a propósito del comunicado de Territorios que comentáramos hace unos días en "Plagio académico en territorios de lo (in)verosímil".
Montoya rechaza la convocatoria de Territorios "a los maestros universitarios, a los directores de tesis e investigaciones y educadores en general, para que hagan un esfuerzo formativo en la ética del respeto y el reconocimiento de la originalidad de las ideas de los demás". "Deja un ligero sinsabor -dice Montoya- pues de cierta manera señala indirectamente a los profesores de Ricardo Ramírez, como eventuales responsables de su falta de ética. De mi parte siempre he acostumbrado responder por mis actos con todas las consecuencias que ello acarree, pero jamás responderé por las actuaciones individuales y libres de otra persona".
Rechaza entonces el llamado "no porque sea improcedente, sino porque no concibo un profesor universitario que pueda actuar al margen de la ética allí promulgada" y sostiene que "el comportamiento de quienes violan los códigos de la producción científica, que son numerosos y no solamente es el caso en cuestión, es una responsabilidad individual y no se extiende a sus 'maestros universitarios, directores de tesis y educadores en general'".
Agradecemos el envío de Montoya y coincidimos con sus apreciaciones que resultan complementarias de otros aspectos de la responsabilidad académica y profesional de la cual mucho hemos dicho en este sitio.
La apelación de Territorios al esfuerzo docente no es la primera ni será la última que pueda leerse al respecto. Basta un relevamiento grueso de las menciones contemporáneas al plagio académico para observar la clara acentuación -cuando no la focalización exclusiva- del plagio estudiantil en ocasión estudiantil y del rol que le cabría, entonces, a los profesores.
Por supuesto que hay operaciones recurrentes y normas compartidas cuyo conocimiento hace a la formación intelectual y el docente debe informar, enseñar, proveer: cita, paráfrasis, referencia, bibliografía, marco teórico, estado del arte, diferencias entre los diversos usos de otros textos y diferencias entre esos usos y la producción de un trabajo original. Pero una vez provistos los criterios académicos y las herramientas técnicas, la responsabilidad de su uso es del estudiante y con mayor razón, del graduado, del profesional, del investigador. Quien haya aprendido noción, función y técnica de la palanca, puede utilizarla para alzar un objeto pesado o para forzar la puerta del vecino: no hay responsabilidad atribuíble al maestro de física por las decisiones éticas en su aplicación.
La misma responsabilidad -es decir, en principio, ninguna- por las acciones de Ramírez Suárez debería caberle al Departamento de Geografía de la UNAL que, según afirma Montoya, "puede mostrar, a través de los excelentes geógrafos que ha formado, que no desdeña la ética de publicación y que por el contrario los profesores insistimos permanentemente en el respeto de las normas estándar de citación y de trabajo científico".
Por último, Montoya señala que "el éxito en la publicación de textos fraudulentos es también responsabilidad de la laxitud de los comités editoriales de las revistas perjudicadas". Laxitud en la publicación de textos fraudulentos y, agregamos nosotros, al menos necedad en su negativa a la remoción.
Entonces, una vez más, responsabilidad solidaria entre quienes producen y suscriben plagios -nos consta que numerosos y no reductibles al caso que nos ocupa- y quienes los publican y sostienen aún después de constatar que se trata de meros delitos de fraude.
Hoy sí, hasta el lunes.

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